Cuando es difícil conciliar el sueño, un libro o una buena película ayudan.
Hay algo irresistible en las cintas de espías, pero especialmente en la franquicia que nació de la pluma de Ian Fleming, con el agente secreto más famoso del mundo: James Bond.
Todo ese "glamour" y finos modales para ejecutar con nervios de acero, sangre fría y un toque de humor Inglés, las más peligrosas misiones, le han garantizado décadas de filmes que encuentran siempre público dispuesto a seguir sus aventuras.
Pero esta no es una película tipo Bond, aunque tiene varios elementos comunes. "Kingsman, El Servicio Secreto" trata de una organización que cumple tareas similares a las de otras agencias de inteligencia, pero con total independencia del gobierno.
El protagonista, interpretado por Colin Firth, es el agente estrella de los "Hombres del Rey", y se caracteriza por su entrenamiento, carácter, sentido del deber a prueba de todo, y además de un exquisito gusto para el vestir. Quiere reclutar a un joven descarriado pero prometedor para saldar una deuda de gratitud, y expondrá su propia carrera y vida para conseguirle un lugar entre esa élite de caballeros.
El villano es Samuel Jackson, un multimillonario excéntrico y aparentemente un filántropo, pero con un plan maquiavélico para mejorar al mundo, eliminando de raíz el problema del cambio climático desde su causa más directa. Viste como rapero, no soporta la violencia y ver sangre lo enferma. Su aliada es una mortífera discapacitada con prótesis metálicas en las piernas, que hacen las veces de filosas espadas. ¡Todo un encanto!
La historia es bastante entretenida, apta para todo público, y mientras la veía me preguntaba constantemente: ¿te gustaría que fuera un héroe o un villano?
Es inquietante que los "chicos malos" atrapen fácilmente la atención de las mujeres, basta con dar un vistazo a algunos fenómenos de taquilla, por ejemplo:
Saga "Crepúsculo", los libros y pelis que cuentan el amor imposible entre una humana con un vampiro centenario y pálido, que no muere con el sol sino que brilla. Para completar el lío, esta muchacha tiene otro forzudo pretendiente que en realidad es un hombre lobo. Todo un dilema para una adolescente confundida, como si no fuera suficientemente difícil elegir entre los corrientes compañeros de su clase.
Las sombras de Grey, el fenómeno del momento. Un atractivo millonario, hetero, soltero e independiente, es incapaz de tener una relación romántica normal. Disfruta de dar azotes a su pareja, pero bajo el manto protector de un frío contrato para que no lo demanden.
Titanic, la película para llevar a la novia al cine por antonomasia. Ella, una joven prometida a un aristócrata, termina involucrada con un gamín que sube al barco, prácticamente como colado. Todavía no entiendo por qué luego del naufragio, los protagonistas en lugar de compartir la tabla salvavidas, o por lo menos turnarse para que ambos sobrevivan, Leonardo Di Caprio prefiere ahogarse. Seguramente sabía que no tenía un futuro que ofrecerle a la linda pero ingenua Kate Winslet.
Y así, varias que dan lugar a otras cartas. Pero vuelvo a la pregunta. ¿Es mejor ser malo o ser bueno? Una teoría apunta a que muchas mujeres creen en su poder de redimir al chico, y esperar a que éste cambie. Otra indica que hay algo seductor en los desadaptados. Una maldad moderada, sin ser criminal, puede ser buena fuente de adrenalina, de emoción.
Pero estoy seguro que en la vida real, es mejor un caballero que un patán, un triunfador a un fracasado. A menos que el diablillo sea realmente un exitoso villano. En ese caso en lugar de un Kingsman, puede ser mucho más rentable para conquistar, ser director de alguna división de Grey Enterprises.

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