En las letras cabe un universo entero

“¿Un beso? Un truco encantado para dejar de hablar cuando las palabras se tornan superfluas” Ingrid Bergman

lunes, 1 de junio de 2015

El placer de viajar, el placer de leer


“La nostalgia del hogar es un sentimiento del que muchos saben y se quejan; yo, por el contrario, sufro de un dolor menos conocido, y su nombre es nostalgia del afuera. Cuando la nieve se derrite, las cigüeñas llegan y los primeros barcos de vapor zarpan, me asalta la punzante comezón de partir". Hans Christian Andersen.

Algunas veces es difícil emprender un camino y alejarse de casa, para explorar lo desconocido.    No es verdad.   En realidad, casi siempre es difícil alejarse de lo que conocemos, tomar coraje para abordar un barco, recorrer una carretera extraña, subir a un avión.  Pero me refiero a hacerlo sin tener la obligación, es decir, sólo por el placer de descubrir otros sitios. 

Por otra parte, un libro de viajes es la forma más sencilla y cómoda de visitar ciudades, montañas, selvas, océanos y desiertos sin salir de casa.  Gracias a la imaginación, nos apropiamos de los lugares que otros han visitado y los conocemos a través de sus ojos.   

Naturalmente que nada iguala a una experiencia real, pero si por la razón o excusa que sea no nos atrevemos a dar un paso más allá de nuestra comarca, como los Hobbits en la fábula del Señor de Los Anillos, pueden servir de consuelo estos dos textos: 

¿Qué hago yo aquí? 
de Bruce Chatwin. 


El título de la obra sale de la frase que escribió Rimbaud a su casa, en una carta desde Etiopía.   ¿Qué hago yo aquí? es posiblemente la pregunta que algunas personas que viajan mucho se hacen tarde o temprano, cuando despiertan en un lugar y no recuerdan dónde están y como llegaron.

Es un libro de relatos que hablan de la experiencia de viajar, de sorprenderse con la novedad, pero con la gracia de quien ha viajado real, imaginaria o parcialmente y quiere transmitir la emoción.


“VIAJAR” de Herman Melville. 

El autor era un sujeto bastante polifacético: marinero, escritor, profesor, granjero, inspector de aduanas, y conferenciante.   Este libro cuya primera parte le da el título compila su faceta de conferencista.    El bueno de Herman es más conocido por su libro Moby Dick, el de la ballena blanca que no se deja atrapar. 

Al comienzo de su primera conferencia, el bueno de Melville intenta definir los requisitos para ser un feliz trotamundos: "Para ser un buen viajero y obtener del viaje verdadero placer son necesarias varias condiciones. La primera consiste en ser joven y despreocupado, dotado de talento e imaginación: si se carece de estas virtudes, es mejor quedarse en casa".


El ánimo debe estar dispuesto, y gracias al viaje se amplía el universo.  Viajar es romper cadenas, aunque sea por un tiempo.  Es decir, lo contrario a vivir en la zona de confort.  Me trajiste una magnífica frase de Dostoievsky que puede aplicarse a este caso y resume el estado opuesto del buen viajero: “La dificultad de nuestra liberación procede de nuestro amor a las cadenas, los amos, las seguridades; porque nos evitan la angustia de la razón.”
Conocer otras personas, culturas, costumbres, lugares, aumenta las ideas y nos proporciona un aprendizaje que si bien se puede obtener de los libros, no se iguala como experiencia vital.

Viajar trae tanto placer como algunas molestias, pero si el alma pide aventura, vale la pena correr riesgos. Él dice: “Para un inválido, cambiar de habitación ya es un viaje, es decir, un cambio. Descubrir horizontes, explorar nuevas ideas, romper con viejos prejuicios, abrir el corazón y el espíritu; tales son los verdaderos frutos de un viaje correctamente realizado.”

Crucemos juntos los límites de la comarca, no te vas a arrepentir.

"El pequeño Nemo" un viajero soñador (o al contrario)

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