El maestro
Densho Quintero nos cuenta esta historia:
“Daigo, que ha
perdido su puesto como violoncelista en una orquesta de Tokyo y acaba de
regresar a su pueblo natal, decide averiguar de qué se trata el empleo anuncado
en una gencia de viajes. A pesar de su
gran sorpresa porque no es lo que imaginaba, el sueldo es muy bueno y necesita
el dinero.
El trabajo de
Daigo consiste en asear, vestir y maquillar los cadáveres antes de la cremación
y es realizado en presencia de amigos y familiares. El momento decisivo, la despedida de un ser
querido. La muerte no le sucede a quien
se va, sino a los que se quedan. La
delicadeza y el respeto con el que los cuerpos son arreglados, el cambio de
ropa sin que el cuerpo quede jamás expuesto, van produciendo en los asistentes
a la ceremonia una transformación y una sanación de sentimientos
estancados. Los rencores, los reproches,
las cosas que nunca se dijeron se transmutan a través del perdón y la
aceptación.
En el Zen hay un
poema que dice:
La vida y la
muerte es el asunto esencial.
El tiempo pasa
rápido.
¡Despierta! ¡Despierta!
No desperdicies
el instante presente.
La muerte es la
evidencia de la impermanencia, el cambio constante al que ninguna existencia
escapa.
Nada evita la
extinción. Es indispensable despertar a
esa realidad, para comprender en esencia quiénes somos.
Al tiempo que
debe arreglar el cadáver de su padre, a quien no ha visto en años y por quien
siente rencor por haberlo abandonado, se entera que va a ser padre.
A través de la
propia reflexión sobre la vida y la muerte y en el servicio a los demás, Daigo
finalmente encuentra en su interior la música que le había sido esquiva desde
su niñez y puede interpretar el violonchelo con la expansión que permite la
reconciliación.
El nombre de la
película, Okurubito, “Despedidas”,
más que asistir a quienes se van, es una ayuda para los que se quedan.
“El despertar
Zen” Densho Quintero.

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