En las letras cabe un universo entero

“¿Un beso? Un truco encantado para dejar de hablar cuando las palabras se tornan superfluas” Ingrid Bergman

lunes, 19 de octubre de 2015

Carmina Burana


Supongo que cuando se quiere mucho a alguien, las cosas que le gustan terminan gustándole a uno...
Justo este fin de semana una persona cercana me dijo que si había asistido a una prodigiosa transformación, porque tengo entre mi música algunos artistas a quienes no había escuchado en la vida. Pero eso es bueno. Entre más diverso sea el gusto mejor se adapta a cada estación de la vida.

Pero hoy estoy escuchando un clásico, muy ceremonioso y aunque no lo parezca, era un hombre muy enamorado.

Se desconoce el autor de estos versos, lo que se sabe es que fueron escritos cerca del año 1230, tal vez en una abadía en Austria.  Pasaron muchos siglos hasta que el compositor Alemán Karl Orff tomara algunos de estos cantos y les pusiera música, componiendo una de las obras más famosas de su carrera.  Fue tan importante para él este nuevo comienzo, que se dice ordenó la destrucción de todos sus trabajos previos.   Orff estaba a punto de conocer a su segunda esposa, Alice Willer y después del Carmina Burana, se considera que su carrera alcanza sus puntos más elevados. 

¿Qué dicen los versos? Sugestivos y llenos de pasión aquí está una muestra:    



“Yo me acerco a la meta… / pero, entonces,

Con tierno llanto / mi amada me conmueve;

Es que duda / en abrir las virginales / barreras

Del pudo. /Llora, y me bebo sus lágrimas

Dulcísimas: / y cuando más me emborrachan,

Más ardo / de fervor.





Perfumados de lágrimas,

Los besos son más sabrosos,

A íntimas caricias invitan al ánimo.

Y cuanto más me dejo cautivar,

Tanto más agudo / y más fuerte es el calor

de la llama. /Pero el dolor de mi Corónide

se plasma/ en sollozos desbordados

Y no lo calman/ mis ruegos.



Sumo ruegos a los ruegos,

Besos a los besos; / y ella, llanto en llanto,

riña a los denuestos.  / Ya me miracon ojos

enemigos, ya suplicantes;

Ya se enzarza en pela, / ya suplica.

Y cuando más la halago con mis ruegos

Tanto más se hace sorda / a mis instancias.



Harto audaz, recurro a la  fuerza:

Ella me clava las uñas aguzadas,

 Me tira del pelo, / me rechaza

Llena de coraje; / y se dobla / y cruza

Las rodillas, / para que no se quiebre

La puerta del pudor.



Pero llevo la lucha adelante,

Lo pongo todo al servicio del triunfo.

Con abrazos / afirmo el vínculo / y le ligo

Los brazos, la cubro / de besos:

Así se abre  el real de Dione.



Y ello place a ambos: / Mi amante, más dulce,

Va dejando de hacerme reproches,

Me da besos / De miel.



Y sonriente, trémulos / los ojos medio cerrados,

En un suspiro / como de inquietud

Se adormece”

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