Supongo que cuando se quiere mucho a alguien, las cosas que le gustan terminan gustándole a uno...
Justo este fin de semana una persona cercana me dijo que si había asistido a una prodigiosa transformación, porque tengo entre mi música algunos artistas a quienes no había escuchado en la vida. Pero eso es bueno. Entre más diverso sea el gusto mejor se adapta a cada estación de la vida.
Pero hoy estoy escuchando un clásico, muy ceremonioso y aunque no lo parezca, era un hombre muy enamorado.
Se desconoce el autor de estos
versos, lo que se sabe es que fueron escritos cerca del año 1230, tal vez en
una abadía en Austria. Pasaron muchos
siglos hasta que el compositor Alemán Karl Orff tomara algunos de estos cantos
y les pusiera música, componiendo una de las obras más famosas de su carrera. Fue tan importante para él este nuevo
comienzo, que se dice ordenó la destrucción de todos sus trabajos previos. Orff
estaba a punto de conocer a su segunda esposa, Alice Willer y después del Carmina
Burana, se considera que su carrera alcanza sus puntos más elevados.
¿Qué dicen los versos? Sugestivos
y llenos de pasión aquí está una muestra:
“Yo me
acerco a la meta… / pero, entonces,
Con
tierno llanto / mi amada me conmueve;
Es que
duda / en abrir las virginales / barreras
Del pudo.
/Llora, y me bebo sus lágrimas
Dulcísimas:
/ y cuando más me emborrachan,
Más ardo
/ de fervor.
Perfumados
de lágrimas,
Los besos
son más sabrosos,
A íntimas
caricias invitan al ánimo.
Y cuanto
más me dejo cautivar,
Tanto más
agudo / y más fuerte es el calor
de la
llama. /Pero el dolor de mi Corónide
se
plasma/ en sollozos desbordados
Y no lo
calman/ mis ruegos.
Sumo
ruegos a los ruegos,
Besos a
los besos; / y ella, llanto en llanto,
riña a
los denuestos. / Ya me miracon ojos
enemigos,
ya suplicantes;
Ya se
enzarza en pela, / ya suplica.
Y cuando
más la halago con mis ruegos
Tanto más
se hace sorda / a mis instancias.
Harto
audaz, recurro a la fuerza:
Ella me
clava las uñas aguzadas,
Me
tira del pelo, / me rechaza
Llena de coraje;
/ y se dobla / y cruza
Las
rodillas, / para que no se quiebre
La puerta
del pudor.
Pero
llevo la lucha adelante,
Lo pongo
todo al servicio del triunfo.
Con
abrazos / afirmo el vínculo / y le ligo
Los
brazos, la cubro / de besos:
Así se
abre el real de Dione.
Y ello
place a ambos: / Mi amante, más dulce,
Va
dejando de hacerme reproches,
Me da
besos / De miel.
Y
sonriente, trémulos / los ojos medio cerrados,
En un
suspiro / como de inquietud
Se
adormece”

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