En las letras cabe un universo entero

“¿Un beso? Un truco encantado para dejar de hablar cuando las palabras se tornan superfluas” Ingrid Bergman

miércoles, 30 de marzo de 2016

Una paradoja a veces es la vida


Querida Olga María:

No puedo evitar contarte todo lo que se me pasa por la cabeza, y escuchar las historias de lo que te acontece. Estar al tanto de tu vida es un gran regalo para mi alma.

Entre las cosas que más disfruto es nuestro diálogo a veces silencioso o implícito, cómplice y elocuente, porque para el corazón a veces no bastan las palabras.


El célebre Miguel de Cervantes en su segunda parte de El Quijote, trae un caso que con gran acierto resolvió Sancho Panza, juez muy justo y acertado a pesar de su falta de estudios. La dejo aquí para que la disfrutes. Si quieres la respuesta ya sabes dónde está.

"Señor, un caudaloso río dividía dos términos de un mismo señorío (y esté vuestra merced atento, porque el caso es de importancia y algo dificultoso). Digo, pues, que sobre este río estaba un puente, y al cabo de ella, una horca y una como casa de audiencia, en la cual de ordinario había cuatro jueces que juzgaban la ley que puso el dueño del río, del puente y del señorío, que era en esta forma: "Si alguno pasare por este puente de una parte a otra, ha de jurar primero adónde y a qué va; y si jurare verdad, déjenle pasar, y si dijere mentira, muera por ello ahorcado en la horca que allí se muestra, sin remisión alguna". [...]


Sucedió, pues, que tomando juramento a un hombre, juró y dijo que para el juramento que hacía, que iba a morir en aquella horca que allí estaba, y no a otra cosa. Repararon los jueces en el juramento y dijeron: "Si a este hombre le dejamos pasar libremente, mintió en su juramento, y, conforme a la ley, debe morir; y si le ahorcamos, él juró que iba a morir en aquella horca, y, habiendo jurado verdad, por la misma ley debe ser libre". Pídese a vuestra merced, señor gobernador, qué harán los jueces con tal hombre."

Que tengas una buena noche.


Hasta la siguiente.

martes, 29 de marzo de 2016

Breve verso sin título ni rima



Olga María, nombre dulce que en la vista perdura, en cuyas sílabas la música se encarna, 
Vida mía, cuántos senderos recorridos para llegar a un beso, 
cuánta soledad andada para llegar a tu jardín de cerezos.

jueves, 10 de marzo de 2016

Si el mundo se acabara, me gustaría pasar el último día contigo



La película Mad Max, fue todo un acontecimiento en la última entrega de premios de la Academia, cuyo galardón es el Oscar.  El filme es una aterradora voz de alerta frente a una cruda realidad. El ser humano ha dejado de evolucionar para convertirse en una criatura similar al parásito, que agota todos los recursos disponibles a su alrededor, sin devolver nada a cambio.   No hay progreso sostenible.   Siglos de evolución física e intelectual, nos han convertido en criaturas fácilmente adaptables al entorno, pero pasmosamente capaces de crear nuestra propia destrucción.

Las teorías evolucionistas se basan en el hecho fundamental que los seres vivos que se enfrentan a un ambiente adverso, tienen dos opciones: extinguirse o adaptarse.    En el proceso de adaptación, los seres encuentran cómo superar sus debilidades, mejorar sus fortalezas, incrementar su capacidad para solucionar los problemas que plantea la supervivencia.    Normalmente los animales una vez que se adaptan a los cambios de su entorno, aprenden a vivir en equilibrio sin destruir su propio hogar.    El hombre no.   Una vez que pudo dominar a la naturaleza gracias a su capacidad intelectual, pensó en una ambiciosa carrera por tener más y más cosas, sin importar si el planeta podía mantener esta carrera sin agotarse.   

No discuto que la calidad de vida de los países desarrollados, y la de personas privilegiadas como nosotros, que no sufrimos hambre, frío, incomunicación o acceso a servicios públicos, etc., aparentemente es el ideal de progreso.  Pero desconocemos el hecho que más del 90% de los restantes seres humanos carecen de las condiciones mínimas necesarias para la tener una vida digna.   Por lo tanto, la llamada evolución y progreso de nuestra especie será nuestra propia ruina. 

Fabricar más y mejores computadoras, teléfonos inteligentes, sistemas de entretenimiento cada vez más asombrosos, son avances maravillosos, pero tienen un precio que la mayoría queremos ignorar: en el proceso de fabricación de estos artículos que nos hacen la vida más fácil y divertida, se están invirtiendo recursos naturales no renovables, y la parte que se recicla de esta tecnología es mínima.  En consecuencia, habrá un momento en que tengamos televisores de super alta definición, con sonido tan real como la vida misma, pero con toneladas de basura en el patio de la casa y sin posibilidad de reutilizarse.  No.  Eso no es evolución.     Nos creemos los seres más inteligentes del planeta, pero somos la única especie capaz de crear armas tan letales que pueden hacer explotar el mundo en una sola jornada.



También asistimos con entusiasmo al lanzamiento del último juguete de la industria automotriz o tecnológica y descuidamos componentes más importantes como el equilibrio en la distribución de recursos.  Mientras que un puñado de nosotros tenemos teléfonos inteligentes, hay millones de personas que ni siquiera tienen un par de zapatos.   Mientras en Estados Unidos el problema de sobre peso es un tema de salud pública, porque comen demasiado, todavía hay niños que mueren de física hambre.