Estás ahí, sentada en
la acera de una calle imprecisa
Sola, en actitud
reflexiva, quizás triste, quizás molesta.
Para variar algo dije,
mal expresado, peor entendido,
Y sólo pienso en
arreglar las cosas, volver a lo de antes,
Retomar el camino, no
sé lo que dije, no recuerdo,
Es lo malo de
encontrarse a mitad de camino de un sueño.
En mi afán de
reconciliarnos algo pruebo,
Tu segundo nombre digo,
me equivoco
y con esa carita de
ángel pero enfurecido increpas:
“Ya ni siquiera
recuerdas cómo me llamo”.
El tono de reclamo me
afecta más todavía,
Te levantas, vas a
marcharte, te detengo,
Luego busco
afanosamente un beso sanador,
Y es todo lo que
recuerdo, ahí acaba esa visita,
Es lo malo de
encontrarse al final de un sueño.
Más tarde, ya
consciente todo te lo cuento,
Te pregunto, ¿por qué
son tan esquivos los besos?
Me respondes,
“Puedes en los sueños
hacer todo lo que no puedes en persona”
Y eso no es del todo
cierto…
Pocos tienen el
control de ese momento mental durmiendo.
Pero una cosa sí te
digo,
Si pudiera al menos
una vez,
Y por una vez
siquiera, vivir en un sueño lúcido,
Todo estaría claro, y
no me cabe duda,
Sólo hay una cosa que
seguro haría,
Crearía un mundo
perfecto donde juntos viviríamos
Y me entregaría a un
sueño profundo y eterno,
Donde no tendría que
despertar jamás,
Eso es lo malo de los
sueños perfectos.